tristes tras su sonrisa,
penetran en mis pupilas
y me hacen preguntas.
Sueño que sus labios,
pronuncian mi nombre,
aunque no lo conocen,
y me hacen preguntas.
cansadas de trabajar,
acarrear cubos de agua
y recoger leña,
rozan las mías,
y me hacen preguntas.
Sueño que sus vidas,
tan difíciles, tan duras,
llaman a mi puerta,
reclaman mi presencia,
me llegan al alma,
y me hacen preguntas.
Pero no sueño, estoy despierta,
y sus ojos, sus labios,
sus manos, sus vidas,
sus manos, sus vidas,
me hacen más y más preguntas,
quieren saber por qué,
por qué todos los días
allá donde ellos viven,
la tierra llora y el fuego gime,
por qué sus hermanos,
sus amigos, sus vecinos,
sus amigos, sus vecinos,
se mueren pronto,
se ponen enfermos,
y por qué todos pasan hambre
muchos días de sus vidas.
Estoy despierta, sí, y ellos me miran,
clavan en mí sus ojos,
arrasados por la incomprensión,
asustados por la incertidumbre,
dolidos por la desesperanza
y desesperados por el olvido.
Y vuelvo a soñar, de nuevo,
que sus ojos me miran,
y me sonríen,
que sus labios me hablan,
y escucho sus risas,
que sus manos me rozan,
y siento su dicha.
Las niñas me dicen,
han sido rescatadas,
los niños me cuentan,
han sido liberados.
Porque unas manos dulces
llegaron allá donde viven,
para sacarlos del dolor
y encumbrarlos a la vida,
para llenarlos de esperanza.
Las niñas me cuentan,
ya van a la escuela,
los niños me dicen,
aprenden un oficio.
Porque el corazón humano,
como tanto había soñado,
el tuyo, el suyo, el mío,
han derrotado al silencio.
Porque corazones solidarios,
aquí y allá, vamos tejiendo juntos,
con cariño, poquito a poco,
un poco de generosidad,
una pizca de entrega,
más un gramito de esperanza
y una porción de ternura.
Para que puedan caminar,
senderos de vida digna,
para que puedan descubrir,
que la vida es un regalo.
Estoy despierta, sí,
y sus ojos me miran,
y sueño con abrazarlos
y sueño que río con ellos.
Queridos niños del Sur,
pequeños ángeles sin alas,
de piel color canela o chocolate.
No dejéis de hacerme preguntas,
para que no se me olvide,
que otro mundo sí es posible.
El poema, "Niños del Sur," es un conmovedor viaje desde la desesperación hacia la esperanza. A través de la estructura del sueño y la vigilia, la autora nos presenta la dolorosa realidad de los niños que sufren, con sus preguntas sobre la injusticia, el hambre y la enfermedad. Al final, el poema se transforma en un mensaje de esperanza y solidaridad, demostrando que la acción colectiva y el apoyo humanitario pueden derrotar el sufrimiento y construir un futuro digno para estos niños.
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