Pobreza NO, solidaridad SÍ

Este miércoles 17 de octubre se "celebra" el Día Internacional de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión. Y escribo "celebra" entre comillas porque es evidente que no hay nada que celebrar, y menos en estos momentos en los que la lucha real y efectiva está bajo mínimos. 

Entre otras cosas por la "ceguera" y la "sordera" de políticos y gestores de la cosa pública, tanto en nuestro país como en las instituciones europeas e internacionales. Desde luego, lo del 'Nobel de la Paz' a la Unión Europea tiene inri, precisamente ahora, cuando se potencia el desmantelamiento de las políticas sociales públicas en aras a intereses de todo menos solidarios.

La pobreza es una lacra planetaria y que estamos viviendo hoy tanto a miles de kilómetros de nuestras casas como en la calle de al lado. Pero no basta con echar la culpa a la "crisis". Ni tampoco tomarla como excusa para barrer a escobazo limpio la ayuda de las instituciones públicas tanto para lo social como para lo solidario, tanto para los de aquí como para los de allá. 

Y cuando digo "ayuda" pública no me refiero a limosnas repartidas por gobiernos y políticos de turno, creyéndose éstos que se trata de una especie de cortijo para lograr más seguidores, votos futuros o lameculos fáciles...

La ayuda pública, o mejor dicho, la cofinanciación para que las ONG e instituciones de lo social y lo solidario puedan luchar contra la pobreza -de dinero, de salud, de vivienda...-, tanto aquí como en los países empobrecidos del Sur, es ni más ni menos que una parte del presupuesto público. 

Es decir, un dinero obtenido a partir de los impuestos de todos los ciudadanos, buena parte de los cuales han manifestado -hemos manifestado y repetido-, de una forma u otra  -eligiendo las casillas del IRPF a tales fines, afirmándolo en las encuestas...-, su deseo y su exigencia de que esta ayuda se mantenga, incluso a pesar de la crisis.



Como tal, la ayuda es ni más ni menos que una obligación, incluso diría que legal, y además profundamente ética. Es más, en realidad la lucha contra la pobreza y la exclusión de todo tipo es de hecho una RESPONSABILIDAD de las instituciones públicas, de los gobiernos, puesto que todas nuestras leyes actuales se basan o dicen basarse en los derechos humanos universales, cuyo primer escalón es precisamente el derecho a una vida digna. 

Así que, como comprenderán, yo por lo menos no puedo entender, ni comprender, ni aceptar, ni justificar... los espantosos RECORTES que estamos viviendo, especialmente en lo social y lo solidario. Ámbitos ambos en lo que los políticos se atreven a meter la tijera con más fuerza que en otros como el sanitario o el educativo, aunque éstos también sufran lo suyo.

Y es que nuestros supuestos representantes siguen sin creerse de veras que la lucha contra la pobreza y la exclusión es y debe ser una prioridad en cualquier sociedad que se llame a sí misma "desarrollada".

Para colmo, lo hacen desoyendo esa voz y ese mandato de la ciudadanía, que incluso, no lo olvidemos, vota programas electorales que, por lo general, defienden dicha lucha de forma más o menos prioritaria. Porque, claro, ningún partido político se atreve en campaña a defender públicamente lo contrario.

Pero la realidad, me temo, es otra. 

¿Que alrededor de 1.300 millones de personas viven en la pobreza extrema y casi 1.000 millones pasan hambre y no tienen acceso al agua potable y otros servicios básicos como la salud y la educación? Da igual.

¿Que 10.000 niños mueren cada día por desnutrición? Da igual.

¿Que hay 50.000 parados en Navarra y casi 6 millones en España, pasándolas canutas, además de no se sabe cuántos millones de trabajadores con salarios indignos y pensionistas con pensiones ínfimas...? Da igual.

¿Que casi un 27% de la población española sufre pobreza extrema, 13 millones de españoles, unos 30.000 en Navarra...? Pero da igual.

¿Que los recortes están incrementando la pobreza tanto aquí como en el Sur, abandonando a su suerte a millones de seres humanos? Da igual.


¿Que los tijeretazos transmiten, además, el mensaje de que nos importa un carajo, con perdón, lo que les pase a las personas más vulnerables? Da igual.

Señores, señoras. Lo peor de todo es que la larga lista de "medidas" tomadas haciendo oídos sordos hasta a las palabras de algunos economistas sensatos nos está hundiendo en la pobreza ética más profunda, esa en la que lo que le pase "al otro" no importa nada, absolutamente nada. 

Y mucho menos si ese "otro" es pobre, excluido, vulnerable, discriminado, necesitado de ayuda y apoyo. Ya sea niño o anciano, joven o adulto.

Una pobreza moral y humanitaria en la que el "compartir", la solidaridad, la "cooperación", lleva camino de perder todo valor y toda validez.

Pues yo me niego a vivir en un mundo así. ¿Y ustedes...?














4 comentarios:

Javier Augusto dijo...

Tienes toda la razón del mundo:
Pero no solo los politicos son responsables de las situaciones de marginalidad y pobreza.
Las personas adineradas, muchas veces a costa de los más pobres o de los propios politicos, son las que realmente pueden utilizar lo que les sobra para crear formulas en las que recaigan los beneficios en los más necesitados.
El pobre de siempre ha tenido la desgracia de nacer pobre, pero si un día se hace rico, se le olvida que un día fué pobre.
Podria poner muchos ejemplos de estas similitudes, pero me alargaría mucho.
Compartir, repartir, contribuir, aportar, son ideales y virtudes de todo ser humano, lo llevamos innato. Solo hay que esforzarse un poco y descubrirlo.
Desde luego el resultado es extraordinario para ambas partes.

Bennyjo dijo...

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peterjohn dijo...

En resumen, el derecho a trabajar es un principio fundamental que sustenta la dignidad humana, la justicia social y el progreso económico. Al reconocer y proteger este derecho, no solo promovemos la igualdad y la inclusión, sino que también cultivamos sociedades más prósperas, equitativas y resilientes para las generaciones presentes y futuras.lista de verificación de divorcio no disputado de virginia

mateo dijo...

"Poverty NO, solidarity YES" succinctly encapsulates the ethos of a community-driven initiative I recently encountered. This movement, rooted in compassion and collective action, rejects the notion of poverty as an inevitable reality and instead champions solidarity as the pathway to meaningful change. Through a diverse range of grassroots efforts, from food drives to skill-sharing workshops, this movement fosters a culture of empathy and support, empowering individuals to uplift one another and address systemic inequalities. By prioritizing solidarity over charity, this initiative not only provides immediate relief but also cultivates long-term resilience and fosters a sense of belonging within the community.
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