Siguen las malas noticias, los crudos augurios, las dificultades en tantos hogares, el desempleo galopante, los injustos desahucios, el incremento de la pobreza -incluso entre los menores-, la falta de fe en un futuro mejor a corto o medio plazo... Y continúan los malos rollos con políticos metidos en asuntos turbios, cuando no ilegales o alegales, así como la carencia prácticamente total de ideas que no saquen del agujero de esta crisis de una vez por todas.
Aun así, yo por lo menos me niego a conformarme. Me niego a bajar la cabeza y a aguantar. Me niego a mirar para otro lado. Me rebelo ante los políticos y otros personajes de países ajenos y supuestamente "amigos"... que se meten donde nadie les ha llamado para hablar mal de nuestra tierra y decir que no tenemos futuro.
Y me rebelo antes nuestros políticos, que no tienen narices ni creatividad para plantar cara a la crisis.
Y me rebelo antes nuestros políticos, que no tienen narices ni creatividad para plantar cara a la crisis.
Me niego a seguir el juego a los pesimistas -algunos, me temo, con intereses oscuros detrás y en beneficio de determinados sectores, incluso países...-. Y, sobre todo, me niego a dejarme contagiar por la desilusión individual y colectiva que lo impregna todo.
Porque sin ilusión la vida muere. El alma muere. Y esto no podemos permitirlo. Ni con nosotros mismos, ni en los demás. La ilusión es el motor que mueve nuestra vida, aunque a veces no seamos siquiera consciente de ello, o al menos no demasiado.
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No permitamos que nos la roben. No dejemos que se apague en nuestro interior, ni en el de nuestros seres cercanos. No, no y no. Aunque todo parezca gris e incluso negro.
Porque la ilusión es el hilo que nos sigue uniendo a la esperanza. Sin esperanza no sabemos ni podemos vivir.
Levantemos, pues, el rostro hacia el cielo, el alma hacia la luz, digan lo que digan, pase lo que pase.
Nos lo debemos a nosotros mismos. Se lo debemos a nuestros niños, que quieren un futuro ilusionante. Y a nuestros mayores, que construyeron con sangre y lágrimas todo lo que hoy tenemos y que creemos en peligro de desaparecer.
Ilusión, ese motor de vida y de esperanza. Que sea la antorcha que guíe nuestros pasos y nuestra mirada, aunque haga frío o nos quiera helar el miedo. Y que nos haga afrontar cara a cara el presente y el futuro cercano y reclamar nuestros derechos, como el derecho a una vida digna para todos, aquí y en todas partes.
Ayúdame, VIDA, a transmitir ilusión aquí y ahora, y que vuele por todos los lugares y siembre esperanza en cuantos lean estas humildes, pero contundentes, palabras de ánimo.
Nadie robará nuestro último aliento, la ilusión. No lo permitamos.
1 comentario:
Muchas gracias por tus palabras. Lo estamos pasando muy mal y no vemos salida por ningún lado.
Saludos.
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